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(Sin) competencia

Hace 10 días me despertaba en una mañana soleada, en la que el elaborado trinar de las aves inundaba el ambiente con su paz, con una tranquilidad pegadiza. Como todas las mañanas, procedí a actualizarme en los temas del día, ver las más recientes declaraciones del presidente y conocer el contexto del mundo, como mi formación me lo ha requerido desde hace ya más de un lustro. Después de tomar un poco de valor para enfrentarme al mundo y sus demonios, me levanté y procedí a hacer lo mismo con la persiana de mi habitación, para encontrarme con una muy desagradable sorpresa: un pendón con la cara de un candidato eternizado en esta castigada demarcación, colgando ahora frente a mi ventana y recordándome algo terrible: habían comenzado las campañas electorales, ese oscuro periodo en que los políticos se convierten en tus fairweather friends*, para después destruir las selvas de tu país bajo una consigna de soberanía.



Es algo innegable, apreciable lector, que el periodo electoral en este país es tanto o más tóxico que las fuentes radiactivas robadas cada vez con más frecuencia en algunos estados, y el ciudadano común nunca está preparado para los embates de los cuadros sedientos de poder y dinero público. Cada tres años tenemos la oportunidad de afrontar toda esta parafernalia de una manera diferente, pero también sufrimos de una amnesia cíclica que nos empuja a volver a escuchar los mismos jingles aburridos, las mismas promesas vacías y a los mismos deleznables personajes intentando generar confianza después de haber hecho pedazos lo poco que había en este azotado territorio, e incluso venderlo al electorado como un logro de su gestión.



Y esto, definitivamente, es culpa del mexicano. Me explico: la cultura política del mexicano es bastante pobre, y esto puede verse en estudios en los que 40% de los encuestados estarían de acuerdo con un gobierno militar, y la cantidad de gente que considera como correcto que todo el poder político recaiga sobre una figura única, definida legalmente en este país como el presidente, a pesar de las dificultades en los últimos 20 años para poder alcanzar una incipientemente funcional democracia en el país.



Y aquí me parece correcto señalar algo que todos los ciudadanos deberíamos llevar tatuado en lo más profundo de nuestro razonar político: a ningún candidato le importa usted, respetable lector. La política es un sistema en el que el poder es un premio, y los contendientes que esperan poseerlo son capaces de hacer lo que sea para quedarse aunque sea con una pizca que les permita silenciar contrincantes o evadir un retén del alcoholímetro. Considerar que los políticos actúan de buena fe o con una vocación de servicio hacia la gente es, por decir lo menos, ingenuo, aunque podríamos tachar a los creyentes de esta fantasía como crédulos sin remedio. Y los ejemplos abundan en este país.



Desde un Alfredo Adame diciendo que si no gana se regresa a su casa a comer tres veces al día, después de haber generado controversia por querer robarse 25 millones del dinero para su campaña; partidos postulando a candidatos encarcelados; y hasta inicios de campaña estúpidos e insensibles como el de este espécimen, podemos darnos cuenta de que la política en este país es una burla, pero no una burla cualquiera: una burla hacia el votante promedio. El candidato y el partido político consideran que estamos todavía más incapacitados a nivel intelectual que ellos, basados probablemente en el nivel de exigencia que estos tienen durante sus mandatos, o al hecho de que, aunque tengan menos luces que apellidos alcancen posiciones de poder que el ciudadano común nunca tendrá la posibilidad de rasguñar.



Esto, a mi parecer, nos ofrece unos cuantos datos importantes a tener en cuenta en este par de meses, y de ellos se pueden extraer varios consejos importantes para sobrevivir sin volverse loco o vivir con la duda eterna de por qué Yuawi López ha crecido menos de 20 centímetros desde la anterior campaña de Movimiento Ciudadano, y me gustaría compartirlos con usted, finísimo lector.

  • Evada lo más posible los medios de comunicación públicos. En las pocas ocasiones que he tenido a mal escuchar estaciones de radio o ver canales de televisión abierta, los segmentos de política son increíblemente largos y están llenos de veneno, son propaganda carísima destinada a polarizar, generar odio y causar dudas en la población. Mi consejo: cámbiele al canal, o vaya a servirse un café, o póngale aceite a todas las puertas en su casa que rechinen cada que se abren. Cualquier actividad es de mayor provecho.

  • Infórmese en medios diversos. A pesar de lo que dice el presidente, hay medios independientes que ofrecen información de calidad y notas con rigor periodístico. Evite los medios alineados al gobierno y recuerde que estar del lado del poder es, salvo en contadas ocasiones, la postura más mediocre. Lea un poco sobre el voto útil, el voto informado y, sobre todo, el voto de castigo y el diferenciado. Nada mejor que una perspectiva amplia para tomar una mejor decisión sustentada en hechos e información.

  • Fórmese un criterio, separe. La política es muy diferente de la afición, por lo que no debe tomarse a la ligera. Votar por un partido “porque le cae bien” es peligroso. Un partido tiene una plataforma ideológica, pero los candidatos también presentas sus propias características. Es importante entender lo que cada partido presenta (y lo que oculta), lo que cada candidato dice (y no dice), y lo que ha implicado que ciertos candidatos y grupos accedan al poder. Sin esto, votar por un partido solo porque sí es como irle al América porque es un equipo dicharachero.

  • Participe. Alejarse de la propaganda no implica alejarse del proceso electoral. Vaya, vote y apoye la opción con la que usted más simpatice, sin la influencia de ideólogos alineados al poder o de analistas cooptados por grupos de interés. El destino del país es el que está en juego, que esto no se le olvide mientras tache a la opción que usted tenga en mejor consideración.


Considero que todo esto podría parecer superficial, pero nunca está de más poner sobre la mesa los pros y los contras que son parte de nuestro ideario político, Las próximas elecciones son, sin lugar a dudas, las más importantes en la historia del país: podrían representar una pérdida significativa en los logros democráticos alcanzados, o podrían significar un despertar de consciencias, necesario a todas luces, que lleve a este país a no creer en soluciones mágicas o en la concentración del poder.



Para bien o para mal, el poder lo tiene usted cuando tacha a un partido o candidato en la boleta electoral. No lo desaproveche, porque podría no valer lo mismo en las siguientes elecciones.



*Un fairweather friend es un individuo que apoya a alguien más mientras esto conviene a sus intereses. Ejemplos de candidatos “empatizando” con la gente más desfavorecida abundan en las redes sociales y en las campañas, porque este tipo de acciones, por alguna extraña razón, tienen cierto impacto en algunos sectores del electorado. Aprenda a diferenciar a sus amigos… y a sus candidatos. Le ahorrará muchos dolores de cabeza y muchos millones de dólares desperdiciados en refinerías inútiles. Nomás digo.


Autor: Oscar Castañeda


Imagen de Wokandapix en Pixabay




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